(2) LOS CAZAFANTASMAS, de Ivan Reitman.

EXTERMINADORES DE ESPECTROS
Seguramente lo mejor de Los cazafantasmas sea su absoluta falta de pretensiones, sin ofrecer más que un liviano entretenimiento familiar atiborrado de gags a costa de parodiar el género de terror, sección posesiones espectrales y casas encantadas. Eso sí, con una ingente dotación de medios gracias a un abultado presupuesto de 30 millones de dólares, reflejados en los abundantes efectos especiales de sus espectaculares escenas de acción y en su solvente equipo técnico y artístico.
Peter Venkman (Bill Murray), Raymond Stantz (Dan Aykroyd) y Ergon Epengler (Harold Ramis), tres doctores expertos en parapsicología, deciden crear una empresa llamada Los cazafantasmas para deshacerse de esos molestos seres. Cuando dejan de recibir ayudas económicos del centro universitario donde investigan, esa empresa se convertirá en su único oficio. Poco a poco, los Cazafantasmas se harán un hueco en Nueva York, deshaciéndose de los incordiantes ectoplasmas y ganando cada vez más fama, sin saber que poco a poco se acercan al caso más peligroso que han visto en sus vidas, cuando un ser maligno tremendamente poderoso se propone arrasar la ciudad. La situación empeorará cuando tanto Dana Barrett (Sigourney Weaver) como su vecino Louis Telly (Rick Moranis) son poseídos y convertidos en los avatares que llevarán al demonio a nuestra realidad.
El estilo humorístico del film de Ivan Reitman recoge el planteamiento de cierta comedia que prolifera estos últimos años en Estados Unidos, casi deudora de la commedia all’italiana pero con más medios materiales y financieros. Para entendernos, Los cazafantasmas sigue la línea del humor frívolo y tontorrón de la saga Loca academia de policía y similares, siendo además su realizador responsable de Los incorregibles albóndigas (1979) y El pelotón chiflado (1981).
No obstante, la historia contiene momentos de gran comicidad, acertados diálogos y una desmitificadora burla de los clichés y tópicos que suelen afectar al cine de terror. Atención, eso sí, a la pegadiza banda sonora de Elmer Bernstein sin olvidar la canción estrella de la película, de Ray Parker Jr.
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