(2) LOS ZANCOS, de Carlos Saura.

UN GRUPO DE TEATRO AMATEUR
Parece evidente que el cine de Saura ha ido decantándose últimamente hacia terrenos más intimistas, como expresión de preocupaciones muy personales, pero también es cierto que su concepto de “cine de autor” ha derivado hacia un tipo de relato discursivo, de qualité, basado fundamentalmente en el cuidado del encuadre y en una meticulosa dirección de actores. En suma, un cine esteticista que, a juicio de muchos, comporta ciertas dosis de tedio y de masoquismo.
En Los zancos aborda una historia poco novedosa, ya habitual en la literatura y el teatro españoles desde el Siglo de Oro: los amores imposibles entre un viejo y una jovencita. Aquí, la crisis vital de un maduro profesor universitario, abocado al suicidio tras perder a su familia, con el renacer de la ilusión al enamorarse de una guapa vecina y la vuelta a la depresión al terminar su breve idilio.
En medio de un relato de corte psicologista —el drama de la soledad, la vejez y la decrepitud física, la falta de horizontes existenciales… como Elisa, vida mía (1977) y Dulces horas (1982)—, repleto de redundancias y de obviedades, que hubieran podido sintetizarse en media hora sin necesidad de recurrir a tantos recovecos explicativos y a flashbacks meramente ilustrativos, el único que aporta algo de sensatez y de frescura es el personaje de Paco Rabal, aunque se limite a repetir los tics utilizados con fortuna en Truhanes (1983) y en Epílogo (1984).
Afortunadamente, Saura ha evitado caer en una idealización excesiva de la juventud como contraste positivo de la ancianidad: él es un ex drogadicto regenerado por el teatro y ella intentó suicidarse por celos.
Lo que realmente decepciona y fastidia en la obra de Saura es su escasa conexión con lo que entendemos por “cine moderno”, esa forma de expresión libre y compleja que sabe combinar la subjetividad del punto de vista con el rigor en el análisis del mundo exterior. En Los zancos un cierto caos estilístico preside una narrativa que intenta en vano integrar la parábola y el naturalismo, sin que sepamos bien qué función dramática y qué significado preciso tienen los mencionados zancos, la representación teatral o las imágenes del vídeo. En este caso se trata simplemente de yuxtaponer elementos en la puesta en escena, sin articularlos coherentemente para alcanzar unos más profundos niveles de significación.
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