(2) EL LIBRO DE LA SELVA, de Jon Favreau.

EL PEQUEÑO SALVAJE
Según datos publicados en diversos medios de comunicación, la nueva adaptación fílmica de El libro de la selva de Rudyard Kipling ha logrado en España el mejor arranque de una película en lo que va de 2016, con 3,88 millones de € de recaudación y 608.200 entradas, según datos de Rentrak Spain. No debe sorprender el éxito de taquilla de El libro de la selva ya que su famoso referente es una de las obras emblemáticas de la literatura infantil, y las andanzas de Mowgli y sus amigos antropomorfizados han sido numerosas veces trasladadas al cine con resultados dispares, si bien la versión animada de Walt Disney de 1967, convertida en un clásico imperecedero, es la más recordada por su desbordante imaginación, sus carismáticos personajes y su pegadizas canciones, virtudes recuperadas en parte en el presente film.
Asume la dirección el versado narrador de acción y aventuras Jon Favreau, elogiado en Hollywood por sus convincentes Iron Man (2008) y Iron Man 2 (2010) si bien su injustamente infravalorada Zathura, una aventura espacial (2005) alcanzó, en mi humilde opinión, la excelencia en un género maltratado por prejuicios ancestrales y falsas creencias que infravaloran la capacidad intelectual de los niños y los adolescentes. Una sabia elección la de este realizador, por tanto, que aporta solidez y contundencia en esta parábola protagonizada por animales apuntalada con importantes lecciones vitales sobre la propia identidad, la integración y pertenencia a un colectivo, la aceptación y superación de las limitaciones, el valor de la amistad, etc.
Sin embargo, el gran mérito de esta producción de Walt Disney Pictures es la sorprendente capacidad de recrear en un estudio de Los Ángeles una exuberante jungla digital poblada por una variada fauna de personajes vivos, que poseen alma y dimensión dramática, como el único protagonista real. Una hazaña tecnológica que se aproxima ya a una hiperrealidad tan creíble como fascinante, que supera las carencias de una virtualidad propia de otros tiempos: ¡al fin! los animales parlantes ya no hacen el ridículo y la combinación de realidad y ficción es tan natural que ya no se diferencian con tanta claridad. Así, Baloo, Bagheera, Kaa, Shere Khan y el rey Loui imponen respeto y son dignamente representados en la gran pantalla, aunque en ocasiones el poder de la nostalgia sea demasiado evidente y nos “deleiten” —léase con ironía— con alguna escena cantada que homenajea la citada versión de Wolfgang Reitherman.
El libro de la selva entretiene tanto al conocedor del recopilatorio de cuentos de Kipling y de la filmografía anterior como al público neófito que por tierna edad o ignorancia previa desconocía el valioso material del que se sustenta esta entrañable película. Un ejemplo de cine familiar que aúna diversión y cierta pretensión de trascendencia fílmica, rematada con una espléndida factura técnica.