(1) EL JUGADOR, de Rupert Wyatt.

VIVIR PELIGROSAMENTE
De la famosa novela El jugador, escrita por Fiódor M. Dostoievski en 1866 utilizando detalles en gran medida autobiográficos, son especialmente conocidas dos versiones cinematográficas: la demasiado académica de Claude Autant-Lara (1958) y la de Karel Reisz (1974) adaptada al contexto norteamericano. La nueva de Rupert Wyatt, realizador de la estimable El origen del planeta de los simios (2011), es para mí un discutible y decepcionante remake de la película que el citado cineasta británico filmó en Estados Unidos, ya que el productor de ambas es el mismo (Irwin Winkler) aunque en esta ocasión no se cita para nada al novelista ruso, injustamente eclipsado por el guionista William Monahan.
En esta versión, rodada en escenarios naturales de Los Ángeles, el protagonista es un profesor universitario de literatura —el actor Mark Wahlberg— perteneciente a una rica familia y que lleva una doble vida: la diurna como brillante docente y la nocturna como adicto al juego que le lleva fatalmente a la ruina. Es un ser amoral y autodestructivo que sólo halla placer en el riesgo, en la clandestinidad e incluso en el peligro de muerte. En el plazo de una semana deberá devolver una enorme suma de dinero que le han prestado dos bandas mafiosas y un financiero, lo que permite mostrar todo un entramado ilegal de amenazas, chantajes, apuestas, palizas y corrupciones.
Al relato le falta una mayor coherencia y verosimilitud, con personajes demasiado tópicos y previsibles, mezclando caprichosamente situaciones convencionales con citas culturalistas en un enojoso ejercicio de artificiosa sofisticación. Es de agradecer, sin embargo, la breve aparición de ilustres leyendas como Jessica Lange y George Kennedy, pero el naufragio del film acaba por consumarse en un inverosímil final que muestra al jugador repentinamente redimido, con sus deudas saldadas y en busca de la chica de la que parece estar enamorado, una alumna suya. Sin interés alguno.