(3) CRIATURAS FEROCES, de Fred Schepisi y Robert Young.

EL ZOO DE LAS MARAVILLAS
La presente película es una prolongación, superándolo si cabe, del estilo de Un pez llamado Wanda (1988), una afortunada mezcla de humor británico —la ironía profunda de los ex Monty Python John Cleese y Michael Palin— y de la mejor comicidad estadounidense —las situaciones disparatadas a lo Howard Hawks o Blake Edwards—, todo ello puesto al servicio del logro de una de las comedias más brillantes, inteligentes y divertidas del año.
Atormentados en la televisión por humoristas estúpidos con chistes para retrasados mentales, la visión de esta película supone un soplo de aire fresco y un renacimiento de nuestra confianza en las enormes posibilidades expresivas de un género clásico y de arraigada tradición como la comedia, que en esta ocasión se permite incluso la osadía de satirizar uno de los dogmas de nuestro tiempo: el ultraliberalismo económico. Porque las criaturas feroces de esta fábula son en realidad algunas personas, los propietarios de una multinacional USA que todo lo subordinan al logro de suculentos beneficios, aun al precio de cerrar empresas y mandar a la gente al paro.
En este film, la empresa en cuestión es un zoológico británico donde se intentará mejorar la cuenta de resultados financieros mediante la publicidad y con diversos patrocinadores de lo más rocambolesco, convirtiéndolo en uno de esos parques de atracciones repletos de empleados extrañamente disfrazados y dispuestos a la representación de burdos espectáculos circenses.
La falta de sentimientos en el mundo de los negocios es ácidamente parodiado con el proyecto de cerrar el zoológico y vender los terrenos a los japoneses para instalar allí un campo de golf. Y el situar a las audiencias, las recaudaciones, como principal motor de toda actividad mercantil proporciona al film la genial idea de sacrificar a los animales dóciles ya que únicamente los feroces con sus características de agresividad y peligrosidad lograrán atraer al zoo un río de visitantes ávidos de emociones fuertes.
Una gran variedad de recursos contribuye al logro de esta magnífica película: diálogos corrosivos y de doble sentido, actores que alcanzan el punto adecuado de estilización interpretativa y de ritmo expresivo, elementos de ironía, situaciones dominadas por el enredo y los equívocos, gags visuales disparatados, chistes verbales irreverentes, etc. contribuyen al éxito de una comedia llena de hallazgos, entre los que cabe destacar a la ejecutiva Jamie Lee Curtis rehuyendo al estúpido hijo del magnate o acariciando tiernamente al gorila, pero sobre todo al doble personaje que encarna Kevin Klein y, como mayor resorte cómico del film, el gerente sentimental y virgen, que quiere aparentar autoritarismo y al que todos suponen metido en continuas orgías.
Muy recomendable para pasar un rato divertido sin peligro de idiotizarse.